Por Roberto Aguirre Durán
Dos recientes hechos en estadios del país volvieron a poner sobre el tapete el tema del racismo, que pese a tener establecidas san-ciones tanto en los códigos deportivos como en el ámbito de la justicia ordinaria, quedan sin castigo y esa impunidad es, justamente, lo causa de que incidentes de este tipo se repitan.
Esta vez las víctimas fueron el ecuatoriano Kevin Mina de Guabirá y el brasileño Serginho de Wilstermann, en el estadio Gilberto Parada de Montero y en el Hernando Siles de La Paz, respectivamente, lo que deja establecido que se trata de un problema a nivel nacional, no limitado a determinados escenarios deportivos o ciudades en particular.
Y si bien estos dos últimos lamentables casos han afectado a futbolistas extranjeros, los nacionales también resultan dañados en su honra a causa de los gritos racistas y discriminatorios que provienen desde las tribunas, propalados por energúmenos que se quedaron en el tiempo y son merecedores de procesos y sanciones ejemplarizadoras.
Ni el boleto más caro, ni la entrada de cortesía dan derecho a faltar al respeto a los jugadores y sus familias, porque detrás de cada casaca hay una persona que se merece toda la consideración que dictan no solamente las normas de buena conducta, sino una cam-paña de FIFA e incluso las nuevas leyes, que en cambio se cumplen a rajatabla en otros países, como en Brasil pues hace poco la prensa informó sobre el peso de la ley que le cayó a un hincha de Boca Juniors en un partido de Copa Libertadores de su equipo contra Corinthians.
En cambio en Bolivia, tanto o más penoso que los mismos insultos resulta ser que los dirigentes de los clubes de fútbol, es decir, los llamados a tomar las acciones pertinentes para frenar el racismo prefieren, en su mayoría, mirar para otro lado, hacerse de los oídos sordos, porque no llegan a presentar una demanda que permita iniciar juicio contra los responsables de estas canalladas.
La Federación Boliviana de Fútbol tampoco toma cartas en el asunto con el argumento de “que no se puede actuar sin denuncia”. Pero ya surgen algunas voces divergentes, como la de Marcos Goytia, presidente del Tribunal Superior de Apelación, quien manifestó a la prensa que los incidentes de racismo en los estadios del país deberían ser investigados de oficio por la FBF.
La última vez que se aplicó una sanción fue en 2019, cuando el club Blooming recibió una multa de casi 30.000 dólares, por actos de racismo y discriminación, precisamente contra Serginho. Desde entonces, el silencio cómplice se puede explicar porque cualquier club está expuesto a recibir multas similares… y entre bomberos no se pisan la manguera.