Por Antonio Farías
Argentina es campeón del mundo, el estadio Icónico de Lusail fue el escenario que acogió a casi 75.000 hinchas de la albiceleste –no todos argentinos de origen, de estos no había más de 10.000, todos los demás eran nacidos en otras tierras– que festejaron a rabiar el logro máximo después de 36 años.
Llegaron al estadio caminando, lenta-mente, reflexi-vos, cautelosos, quizás has-ta con cierto temor por que el pan no se queme en la puerta del horno, que el título se pierda en los últimos minutos como ha-bía ocurrido en los mundiales de Italia 1990 y Brasil 2014, ante el mismo rival –Alemania– y por el mis-mo resulta-do: 0 a 1.
Cuando Ángel Di María cruzó el balón al palo con-trario ante el achique de Lloris en una gran jugada de contraataque colocando el increíble 2 a 0, mu-chos hinchas pensaron que la final era argentina, y lo pensaron hasta los ochenta minutos porque los dirigidos por Scaloni eran superiores, habían borra-do de la cancha a Francia, Mbappé no aparecía, el desarrollo del cotejo era demasiado tranquilo… y entonces apareció Mbappé.
Porque Francia en la final fue Mbappé y alguno más, quizás Rabiot hasta que se cansó, luego Coman y Kolo Muani que ingresaron ante la frustrante actua-ción de Giroud y Dembelé. El delantero del PSG se puso al equipo sobre los hombros y, casi solo, logró empatar el marcador. El rostro de los argentinos se transfiguró de la felicidad al terror, de la serenidad a la incredulidad, mientras Scaloni y su cuerpo técnico palidecían ante lo que en dos minutos se transfor-mó de victoria fácil a incertidumbre con el 2 a 2.
Pero si Mbappé comandaba la reacción gala, por el otro lado Lionel Messi conducía a su selección en la búsqueda del tercer gol en la prórroga. Messi esta-ba dejando todo en la cancha, regando el césped con sangre, con hambre de gloria en cada acción, no permitió que los suyos se desplomaran mentalmen-te. Otra vez una gran jugada colectiva , con Mac Allister –extraordinaria labor del hombre del Brigh-ton inglés– y pase filtrado diagonal a Lautaro Martí-nez, remate del delante-ro, LLoris que no puede contener y el gran capitán de Argentina en esta Co-pa del Mundo toma el rebote y con la pantorrilla introduce el balón al fondo de las redes. Golazo, emoción, griterío en las tribunas, Argentina se sacu-día el golpe que casi lo dejó knockout y se ponía en ventaja, demostrando que si físicamente podían po-co, anímicamente jamás fue-ron doblegados.
Llegó el empate de Mbappé, el 3 a 3, pe-ro Argenti-na era dueña de sí misma y la definición por penales no los asustaba, al contrario: desde los doce pasos ya se sentían ganadores. “Por el Dibu, viste”. Los rioplatenses ganaron, por el Dibu Martínez, por Messi, por Morel que anotó el penal decisivo, por todo el equipo, por la fuerza, la garra, las fuerzas de flaqueza, el aguante desde las tribunas y la lucidez de Scaloni.
LAS RAZONES DEL CAMPEÓN.
LIONEL MESSI.
Actuación consagratoria del exjugador del Barcelo-na. Si algo necesitaba demostrar para ser uno de los más grandes futbolistas de la historia , lo hizo: fue artífice para que su país festejara el título de cam-peones del mundo. Desde el 18 de diciembre es in-discutiblemente el mejor de los últimos quince años en el planeta y se ubica en el Olimpo junto a Pelé, Maradona y Di Stéfano.
EL COLECTIVO.
El juego, el equipo, la visión, los conceptos, todo fue pensado en función del conjunto, cuando antes se pensaba en como favorecer el juego de Messi, ahora Messi se subordinó al grupo dentro de la cancha sin dejar de ser líder adentro y afuera, en el vestuario, en el día a día.
La lucidez del cuerpo técnico , capaz de lograr que los egos entendieran que en fútbol gana el equipo y no los individuos aunque el aporte individual sea imprescindible. El estilo fue de juego pulcro, pe-lota bien cuidada desde el inicio de la cancha, rifar el balón muy poco, como último recurso, tránsito ela-borado en el medio y concepción colectiva en ata-que. Cuando no funcionó la creación conjunta apa-recieron los diferentes, los que más saben : Messi , Di María , Enzo , Julián Álvarez , Emiliano Martínez tapando un mano a mano ante los franceses en las postrimerías del partido en un momento del partido que pudo haber provocado varios ataques cardía-cos. Y sin la pelota todos a trabajar para recuperar-la, solidaridad se llama.
Desde que el fútbol es fútbol gana el equipo aunque en el campo estén Pelé, Maradona o Lionel.
EL SISTEMA , EL MODELO , LA ESTRATEGIA.
Con un sistema flexible, con línea de cuatro o de tres en defensa según el rival. Con triángulo -doble contención y enganche– en el mediocampo, o cuatro con doble pivote y dos alas, o un volante posicional, un mixto, un enlace y dos media puntas por las bandas para tener cinco en esa zona. Uno, dos o tres delanteros, para aprovechar las debilidades del equipo contrario y neutralizar sus fortalezas. Argen-tina tuvo un sistema flexible, adecuado a las cir-cunstancias, pragmático y contundente.
Las interacciones, las sociedades, las combinaciones funcionaron. El fútbol no es una ciencia pero tiene axiomas y uno de estos es que el equipo se estruc-tura a partir de las pequeñas sociedades –dos , tres jugadores en diferentes sectores que se entienden de maravillas , se complementan y le dan coherencia al todo.
Estratégicamente los sudamericanos fue-ron inteli-gentes. Utilizaron sus fortalezas con criterio, nunca fueron a matar a morir, la presión alta para obtener el balón en las cercanías del área contraria fue un recurso más, pero si había que replegar y cuidar en la entrada del área se lo hacía sin escrúpulos. La po-sesión sirvió para elaborar y distraer, liberar de la marca a los realizadores más hábiles, pero también con el propósito de cuidar el balón y no regalárselo a los contrarios. Los costa-dos y el centro del campo se cubrieron con sabiduría y le proporcionó el equi-librio necesario para que en el momento de perder la pelota no aparecieran los espacios muy grandes y quedar expuestos defensivamente.
LA GENTE , LA PASIÓN , EL JUGADOR NÚMERO DOCE.
En el caso argentino fue un factor preponderante para caminar por el sendero del triunfo aún en los momentos de du-das e incertidumbre. Las tribunas, las calles, los locales comerciales, los hoteles, los restaurantes, se tiñeron de los colores celeste y blanco. El mundial se contagió de la alegría, de la pasión sin maldades de la número doce – argentinos , blangadesíes, indios, cataríes, sudamericanos, es-pañoles, riverplatenses, boquenses, etc. etc…
Ganó Argentina en la cancha y ganó por goleada en las graderías.
LIONEL SCALONI.
Discutido desde el principio, atacado y despreciado por buena parte del periodismo argentino que no se guardó adjetivos para criticarlo con saña. El otro Lionel de la selección, con humildad, inteligencia, sobriedad, coherencia y sabiduría para manejar un grupo difícil por su cantidad de figuras, pudo reír al último y, ya se sabe, quien ríe al último ríe mejor.
Argentina campeón del mundo, merecido, con alia-dos y detractores rendidos ante la realidad: la copa se queda en Buenos Aires hasta el 2026.