Por Antonio Farías Gonzalez
Fotos Jorge Abrego y Patricia Pinto
Bolivia parecía visitante los días previos al cotejo frente a la selección campeona del mundo. La indiferencia de la hinchada era evidente -hasta comprensible- luego de la derrota ante Brasil y, sobre todo, por la presencia de Lionel Messi.
Sin embargo el público despertó en la víspera con un banderazo de apoyo a la Verde, y el día de la cita por las eliminatorias las tribunas del estadio Siles fueron abarrotadas. El apoyo se hizo sentir con una asistencia masiva y un aliento permanente y sonoro.
Quienes no despertaron fueron los jugadores locales.
Bolivia obligada a ganar, sin embargo, salió a encarar el partido de forma timorata y con enormes dudas.
De a poco Argentina -sin Messi- comenzó a tomarle el pulso al encuentro, adelantó líneas, peleó y se adueñó de la pelota y la cancha, ante una selección boliviana sumisa e insegura, sin un plan claramente establecido para defender ni atacar.
Bolivia fue presa fácil del bien aceitado funcionamiento albiceleste y el talento de sus integrantes.
Abrió la cuenta Enzo Fernández cuando apenas se había superado el cuarto de hora en un grave error defensivo que Jusino no supo corregir.
Bolivia recibió el golpe como cuando un boxeador queda «groggy» y no puede reaccionar.
El segundo de Tagliafico llegó casi enseguida y el partido se terminó pero no el suplicio de la gente que tuvo que soportar una alarmante y penosa falta de actitud de los bolivianos , que bajaron los brazos rápidamente y sin oponer resistencia , para colmo quedó con un hombre menos por la expulsión de Roberto Fernández.
En la segunda fracción Bolivia salió a esperar pero Argentina es un equipo bien trabajado, que maneja sus propios tiempos y conceptos, con una idea de juego establecida.
Los visitantes controlaron el trámite y dejaron pasar los minutos sin sobresaltos, coronando una gran labor con el tercer gol de González.
Argentina paseó su fútbol y su estirpe en La Paz, pero lo peor fue que no tuvo oposición al frente.
BOLIVIA – ARGENTINA, ORDEN TÁCTICO
Bolivia afrontó el partido con un esquema repetido e infructuoso: 3-5-2, con una intención más ofensiva, los carrileros adelantados, tres medios ubicados en interiores como un triángulo donde el vértice más retrasado fue Ursino, con Villamil y Arrascaita en plan de generar fútbol. Y dos delanteros, con Martins a la cabeza y Abrego más abierto.
Bolivia fue siempre un equipo inconexo entre líneas, con inferioridad numérica en la media cancha, y una pobreza alarmante en cuanto a llegadas al arco contrario.
- LA SOLEDAD DE MARTINS.
El goleador de la selección sufrió el mismo aislamiento que ante Brasil. Aún en la intención de presionar muy arriba se vio huérfano de ayuda, en una evidente falta de solidaridad de sus compañeros , ante la estupefacción de los hinchas que veían cómo el esfuerzo del capitán no era reforzado por los demás integrantes del plantel.
Abrego nunca fue el socio ideal y sucumbió ante la marca de los defensores argentinos que no le brindaron espacio alguno para que hiciera pesar su mayor virtud como es la velocidad.
- MEDIO CAMPO EN INFERIORIDAD .
No solamente en número, pues Argentina siempre tuvo cuatro y hasta cinco hombres en esa zona, sino también inferioridad posicional y en ideas, imaginación y creatividad.
Un volante definido en la contención, y dos interiores con funciones diferentes, jamás generaron el fútbol esperado, la posesión fue escasa, y la recuperación de la pelota desapareció frente al caudal de juego argentino.
Hombres mal elegidos para las funciones, ya que Ursino es un volante mixto sin mucho quite, Villamil se lesionó y estuvo lento, sin reacción. Arrascaita nunca gravitó en su papel de armador.
Los laterales – volantes se replegaron demasiado debido a que Bolivia nunca pudo adueñarse del medio sector, convirtiéndose en dos defensores más, sin salida ni proyección en ataque. No pudieron trabajar en carriles interiores para darle mayor volumen a la creación y poder progresar desde línea central.
- DEFENSA INSEGURA.
Con actuaciones individuales deficientes, permanentemente sacados de posición, desordenados y sin coberturas, la defensa boliviana fue un lágrima.
Sin salida prolija para darle seguridad al inicio del juego, siempre tomados a contrapié cuando perdían el balón, sin cerrar espacios ni achicar a espaldas de los volantes.
El paupérrimo rendimiento defensivo fue uno de los principales factores de la derrota ante los campeones del mundo.