POR OSCAR DORADO VEGA
LA FEDERACIÓN de Fútbol apoyó su decisión de exonerar a Gustavo Costas a partir de los resultados. Concluyentemente malos, sin duda. También, de seguro, debido a un nivel de juego -una cosa va aparejada a la otra– paupérrimo, carente de consistencia, identidad y funcionamiento.
¿Podía esperarse una mejor producción? La respuesta, con realismo, deambula en la relatividad. La Selección está estructurada –y eso no va a cambiar ahora, cuando despunta el ciclo de Antonio Carlos Zago– sobre la base de una gran mayoría de recursos humanos con origen en la competencia doméstica. Y ésta, se sabe, es ( al margen de deficiencias organizativas) magra, muy limitada. Entonces, a la hora de enfrentar a rivales colmados de elementos provenientes del “primer mundo” futbolístico las diferencias no se dejan esperar y hasta relegan las sorpresas que el juego depara de tanto en tanto.
Estas líneas se escriben unos cuantos días antes del desarrollo de la quinta fecha de la clasificatoria y el cotejo ante Perú, tercero en el Hernando Siles, ya está catalogado como crucial en función de levantar cabeza (con la suma de tres puntos, obviamente) porque un nuevo contraste no soportará el argumento que se respalda en la todavía prolongada extensión del camino hacia la Copa Mundial que tres países organizarán dentro de tres años. Y menos en las seis plazas y media que CONMEBOL dispone para sus diez afiliadas.
Eso de acomodar la carga a medio camino tiene sus riesgos. ¿Era éste el momento para propiciar el cambio en la dirección técnica? El ex entrenador de Bolívar –que como su antecesor jamás condujo a una representación nacional– dispondrá de escaso margen para transmitir su idea y conseguir que se aplique. Cuenta con la ventaja de conocer el medio y, por ende, a sus intérpretes, pero eso tampoco garantiza nada.
En todo caso cabrá esperar que nutra al equipo de una actitud que, entre otros aspectos, permita cuando menos ser agresivo (en el buen sentido de la expresión) e involucrar en su desempeño el equilibrio que la mínima coherencia futbolística demanda. Recuérdese que ante Paraguay, en Asunción, no se remató nunca al arco con algún grado de peligrosidad y semejante déficit resulta inadmisible, incomprensible.
Salir del cero y abandonar el sótano no será sencillo, pero tampoco representa una misión imposible. De hecho, el adversario próximo se debate, si de tabla de posiciones se trata, en un panorama más o menos parecido y ello agrega otro factor, además de la localía, que condiciona la imperiosa necesidad de triunfo. Como se diría en términos de tribuna: es ahora o nunca.