Por Roberto Aguirre Durán
El tema del racismo en los estadios ha vuelto a ser puesto sobre el tapete tras el incidente que sufrió el futbolista Vinicius cuando su equipo Real Madrid visitó al Valencia, donde cientos de aficionados hostigaron al brasileño desde su llegada al escenario deportivo y durante todo el encuentro. Ciertamente no es el único caso, en Bolivia también esta lacra tiene resabios, pero este incidente ha cobrado interés mundial por la popularidad del personaje y la resonancia que tiene la liga española.
Pero lo que verdaderamente se ha convertido en caja de resonancia del ‘incidente Vinicius’ ha sido la actitud de muchos en España que pretendieron minimizar el hecho… incluso hasta negarlo. En lugar de coincidir las reacciones en lamentar el racismo y en pedir sanciones contra los infractores, más bien aparecieron voces para pretender meter bajo la alfombra semejante acto de barbarie y no faltaron quienes incluso pretendieron colocar a la víctima como supuesto ‘provocador’ de los ataques verbales en su contra.
Esas voces que salieron a evitar sanciones para el estadio o el ‘buen nombre’ de la Liga en vez de pensar en los derechos de una persona afectada por el racismo es lo que causó el efecto gasolina y que la humareda surgida desde el estadio de Mestalla llegaran al resto del planeta. Y eso es lo que debe llamarnos la atención, pues en nuestro país se han dado unas parecidas circunstancias de pretender minimizar hechos que tienen sanciones no solamente en el ámbito deportivo sino en la justicia ordinaria.
Ahí está, por ejemplo, el caso de Serginho, una frecuente víctima de hechos de racismo. Hubo otras denuncias de futbolistas en la liga boliviana, como el caso del ecuatoriano Kevin Mina. Serginho llegó al extremo de retirarse del campo de juego al no aguantar más no solamente los insultos sino principalmente la pasividad de las autoridades de juego, esto ocurrió en 2019 y poco ha cambiado desde entonces.
Porque no basta con no ser racista. Hay que ser antirracista. El racismo no es ‘parte del folclore futbolero’ como pretenden algunos. En los primeros tiempos del fútbol, se sabe que valía de todo. Pero los tiempos han cambiado y los deportes tienen que adaptarse no solamente a las nuevas maneras de relacionamiento social sino también a las leyes que ahora castigan lo que antes parecía normal… como agresiones físicas en las escuelas, abusos sexuales a la servidumbre o la violencia doméstica.
Por eso, es urgente que en el fútbol boliviano se aplique lo poco que existe normado para frenar el racismo en los estadios. Y el siguiente paso es adecuar los reglamentos y leyes, endurecer las sanciones, para que se frene en seco esta tendencia porque dejarlo para luego será tarde.
Inglaterra es un espejo en el cual mirarse en este tema. Contempla sanciones de cárcel por delitos de racismo y de odio. También prohibiciones de por vida para ingresar a los estadios contra quienes incurren en blandir el color de piel como un diferencial, como un insulto, tema que ya sabemos ha causado guerras y millones de muertes en el siglo pasado.
No salgamos con eso de que antes se decían peores cosas… o que al estadio uno va para desahogarse. Desde el colegio, a las nuevas generaciones se les inculcan los derechos de las personas. Dejemos entonces de aparecer como trogloditas cuando llevamos al estadio a nuestros hijos.