Por Roberto Aguirre Durán
El DT de la Selección nacional Gustavo Costas no dijo nada nuevo, pero sus declaraciones antes de la reciente pausa en el campeonato por la fecha FIFA volvieron a causar el efecto de la sal sobre una herida: poco y nada se ha hecho en el fútbol boliviano para volver a una Copa del Mundo, tras haber transcurrido casi tres décadas desde la presencia en el Mundial de Estados Unidos 1994.
Que Bolivia es el único país del continente sin un escenario propio para que entrene la Selección, que las canchas en las que compiten y entrenan los clubes de primera división son escasas y la mayoría en estado calamitoso, que jugadores extranjeros copan puestos claves como el de goleador y zaguero central… Eso afirmó Costas y dio en el clavo. Dicen que las verdades duelen y este es el caso. La queja es incontrastable, pero como la formuló justo antes de afrontar los amistosos ante Ecuador y Chile fueron tachadas de excusas, de un “abrir el paraguas” ante la eventualidad de resultados adversos. Fue el único argumento para intentar desacreditar lo que expresó.
Pero nadie puede sostener que lo dicho por el DT de la Selección nacional es mentira. La ‘Casa Verde’ es un proyecto que viene pasando de gestión a gestión en la Federación Boliviana de Fútbol, en tanto que la carencia de jugadores con nivel competitivo es el reflejo de la falta de trabajo en divisiones menores de los clubes. Carencia de infraestructura y de formación básica para los futbolistas, dos lastres que se vienen arrastrando en el balompié nacional desde hace décadas, con dirigentes distraídos en la conquista de lo que resultan pequeñeces en relación a logros que permitan dar el salto de calidad para acceder a éxitos en el plano internacional, como lo han hecho en cambios ligas de Sudamérica con las que antes Bolivia se codeaba e incluso superaba, pero que ahora nos ganan con resultados y gestiones, como es el caso de Venezuela, Ecuador, Perú y hasta Paraguay.
Puede intentar la actual cúpula federativa justificarse con que son problemas que se arrastran desde hace años. Y tendría algo de razón, pero no menos cierto es que se trata de una herencia maldita que no ha podido quitarse de encima y tampoco se advierten acciones correctivas. Más bien, la tendencia es a hundirse más todavía en el fango, con clubes quebrados, con fracasos en torneos de Conmebol, con una balanza desproporcionada pues apenas se exportan jóvenes futbolistas a ligas importantes y en cambio cada vez se traen más ilustres desconocidos que impiden el surgimiento de nuevas figuras.
Declaraciones fuertes las de Costa, que cayeron como sal en la herida. Una herida que permanece abierta, porque desde que se perdió el tren tras esa clasificación al Mundial de 1994 jamás pareció reencontrarse el rumbo, no hay ideas ni acciones que permitan volver a una Copa del Mundo. No aparece otra generación de los Etcheverry, Erwin Sánchez, Peña, Borja, Soria; ni de los de más atrás, los Romero, Aragonés, Melgar, Reynaldo…
Cada Eliminatoria hace renacer la ilusión, es cierto. Pero también la realidad suele ser una bofetada que causa un doloroso abrir de ojos, para ver que poco y nada se ha hecho para tener verdaderas opciones de volver a un Mundial. Con el bajo nivel de la competencia local, sin ‘legionarios’ en ligas de renombre, con clubes endeudados, infraestructura y divisiones menores descuidadas… lo que dijo Costas, justamente por no ser algo nuevo, tiene que doler más todavía. Van tres décadas y poco se hizo por enderezar el rumbo.
¿Cuánto más tiempo tiene que pasar para que los toman decisiones correctas en nuestro fútbol tan venido a menos?