Redacción: Vanessa Espinoza
A pocos días del comienzo de los encuentros de Eliminatorias rumbo al Mundial 2026, Bolivia enfrentó su último partido amistoso contra Panamá el pasado domingo 27 de agosto con un no muy alentador resultado: 1-2 a favor del equipo visitante.
Así, nuestra selección ha disputado en total cinco partidos amistosos (cuatro de ellos como fechas FIFA), desde marzo de esta gestión, como preparación y prueba para definir al equipo que nos representará frente a los duros rivales que nos toca afrontar a partir del 8 de septiembre; comenzando con Brasil, en condición de visitantes, y como locales, cuatro días después, contra el actual campeón del Mundo, Argentina.
Con tres derrotas (Uzbekistán, Ecuador y Panamá), una victoria (Arabia Saudita) y un empate (Chile); Bolivia, se encuentra de cara a un desafío mayúsculo que parece tener más probabilidades en función a la fe y a la esperanza de toda una nación, que a la realidad de una plantilla efectiva que nos permita obtener un resultado favorable.
En este contexto, gran parte de la crítica recae, sin lugar a dudas, en el equipo técnico que se encuentra a la cabeza de la selección absoluta. Concretamente, mucho se ha cuestionado a los dirigentes que actualmente lideran a la Federación Boliviana de Fútbol (FBF) y a la cara visible que lidera a “La Verde”, nuestro actual director técnico, el argentino, Gustavo Costas.
Y es que resulta que el cuestionamiento que se hace a su gestión no solo se concentra en los resultados obtenidos, sino en los métodos de evaluación, elección y preparación, que el mismo ha dado a conocer a través de declaraciones públicas a diferentes medios de comunicación; además de las palabras con las que ha justificado la derrota sufrida por los nuestros: “Hemos perdido algunos partidos con dos errores nuestros, con Ecuador y Uzbekistán, y hoy nos pasó lo mismo», afirmaba Costas tras haber perdido el partido contra Panamá.
Pero, ¿cuál es el problema de fondo, más allá de los obvios errores que comete Bolivia durante los cotejos, para no lograr resultados positivos? Sucede que, uno de los principales obstáculos en el trabajo del estratega y su cuerpo técnico, es la escasa disponibilidad de tiempo con el que se puede trabajar efectivamente con los jugadores, para el aprovechamiento de sus potencialidades individuales en el trabajo conjunto.
De más está mencionar que los cuadros locales cuentan con sus plantillas casi de manera ininterrumpida, para disponer de ellos en los encuentros locales y regionales en los que participan. En cambio, el trabajo con los equipos nacionales está condicionado a la preparación para fechas FIFA, que son fechas señaladas oficialmente por el máximo ente del balompié a nivel mundial, para que las selecciones de fútbol de todo el mundo disputen encuentros amistosos u oficiales y que, por tanto, obligan a los clubes a ceder a sus jugadores y, en muchos casos, a cesar sus actividades hasta que todos los convocados regresan a sus respectivos equipos.
Entonces, ¿cuál es la manera de trabajo de un D.T. de selección? Básicamente, está basada en microciclos que consisten en sesiones de entrenamiento intensivas que se reparten en periodos bastante limitados de tiempo. Como promedio, podríamos hablar de entre 4 a 5 sesiones en un periodo de 7 días. Y he ahí la médula del asunto. El estratega debe tener la capacidad de diseñar un plan que aproveche el máximo de sus jugadores durante el breve tiempo de trabajo real que tiene con ellos. Por lo que su trabajo no se limita, de ninguna manera, a la puesta en marcha de estos microciclos, sino que tiene que ver con un proceso de seguimiento constante de los futbolistas nacionales y naturalizados, tanto dentro, como fuera de nuestras fronteras.
Es por este motivo que los entrenadores que, en muchos casos, logran excelentes resultados con los equipos locales que dirigen, no logran replicar los mismos cuando se encuentran con la labor de dirigir a los seleccionados nacionales, como resulta ser el caso de nuestro actual director técnico.
Revisando un poco la experiencia de Costas, nos encontramos con una prolífica carrera tanto dentro como fuera del campo de juego. Entre sus 22 y 34 años fue futbolista profesional, principalmente del icónico Club Racing de Argentina, en el que desarrolló gran parte de su carrera; para, posteriormente, ejercer como entrenador de clubes, labor en la que ha obtenido no pocos lauros: el bicampeonato nacional con Alianza Lima (Perú) en 2003 y 2004; el campeonato en el Torneo Apertura, Torneo Clausura y Campeonato Anual con Cerro Porteño (Paraguay), en 2005 y 2006 y dos campeonatos nacionales y dos Superligas de Colombia con Santa Fe, entre 2014 y 2017; logros que sin duda alguna nos hablan de un profesional que ha demostrado ampliamente su valía en el mundo del balompié.
Con estos antecedentes en mente, debemos considerar que, pese a su experiencia, el proceso de transición y de adaptación a la modalidad de trabajo que implica dirigir una selección, implica un reto que depende en gran medida de la capacidad del técnico y del equipo a su cargo. Precisamente, párrafos atrás, hacíamos mención a las duras observaciones que ha sufrido el entrenador puesto que, si bien está al mando de “La Verde” desde agosto de 2022, los partidos recién comenzaron en marzo y aunque, como el mismo ha afirmado, que su trabajo “no sea visible para el público no significa que sea inexistente”; mucho se ha cuestionado su ausencia en los diferentes escenarios deportivos a nivel nacional.
Pese a esto, el estratega ha mencionado que, como parte de su labor de supervisión y scoutings (elección de potenciales talentos para la convocatoria oficial), ve y analiza los partidos de los equipos en los que participan nuestros compatriotas y que, además, se mantiene en constante comunicación con ellos para corregir sus falencias y reforzar sus fortalezas en el campo de juego.
En conclusión, si bien sabemos y reconocemos que la labor que implica el dirigir una selección nacional no se constituye en una labor sencilla, y que la realidad de nuestro fútbol no es la mejor a escala global (ocupamos el puesto 83 de 208, de acuerdo a la clasificación mundial de FIFA), y a nivel regional nos enfrentamos con equipos altamente competitivos; quizás nuestro descontento tiene más que ver con la percepción general que tiene la hinchada con respecto al profesor, que se ha dejado ver en contadas oportunidades en las canchas de nuestro país. No esperamos milagros, eso está claro, pero sí exigimos un compromiso palpable por parte de aquéllos que, transitoriamente, se encuentran al mando del equipo de nuestros amores.