POR ROBERTO AGUIRRE DURÁN
HAY QUE COMENZAR POR ESTABLECER que la culpa de los malos resultados en esta Eliminatoria mundialista no se la puede cargar exclusivamente al cuerpo técnico y los futbolistas. Pero tampoco hay que incurrir en la demagogia futbolera de librarlos a ellos de todo mal.
Es cierto que la crisis fuera de la cancha tiene directa incidencia en una campaña deportiva, una crisis que más allá de las actuales disputas entre dirigentes, y que se arrastra desde hace varios años causando un pobre nivel del torneo local, escaso trabajo en divisio-nes menores, falta de promoción de futbolistas a ligas importantes, entre otros males.
Debacles como las que sufre el fútbol profesional boliviano no tienen, como suele ocurrir en las grandes tragedias –o en los éxitos como la ya lejana clasificación boliviana al Mundial de 1994- una sola razón. Aquí han conjurado varios elementos, como el mal trabajo dirigencial, pero también pusieron su ‘granito de arena’ los que ingresan al gramado.
Es válido entonces hacer un balance de lo pasó en esos 90 y pico minutos ante Ecuador en La Paz, centrándonos en errores y aciertos de quienes tienen, en definitiva, la posibilidad de cambiar la historia, de patear el tablero, de sobreponerse a los problemas y limitaciones que impone el entorno. Pero no ocurrió así.
Bolivia cayó 2-3 ante un seleccionado que se ha convertido en su ‘bestia negra’, porque no le puede ganar desde que comenzó el nuevo milenio. El resultado fue un reflejo de lo visto por televisión, porque la pandemia salvó a los espectadores de sufrir ‘en vivo y en directo’ un doloroso traspié, el tercero consecutivo en este camino ya tortuoso previo al Mundial de Qatar 2022.
Es el peor inicio de campaña desde que la Eliminatoria se disputa en este formato de todos contra todos. Porque la estadística contem-pla que con tres partidos jugados, Bolivia ya antes había sumado al menos alguna unidad. Fue para la Copa del Mundo del 2002 y luego para la del 2010, cuando apenas se sumó un punto luego de tres partidos, campañas desplazadas en ineficacia por la actual.
Ante Ecuador, insisto, más allá de los problemas externos, el cuerpo técnico aportó para la debacle. Porque convoca a futbolistas pero los mantiene en la banca, sin cumplir su anunciada premisa de la renovación, o que se toma en cuenta “su talento, la experiencia de algunos”.
Futbolistas que suelen ser suplentes en sus equipos aparecen como titulares en el seleccionado, pero Farías deja en la banca a ele-mentos como Erwin Junior Sánchez que fue elegido el mejor de la temporada pasada, o a Jaume Cuéllar que se formó en las menores del Barcelona de España y tuvo un reciente debut en la primera división italiana. ¿Para qué los convoca, si no los hace jugar?
Sabemos que Bolivia tiene pocos ‘legionarios’. Y si bien no están en ligas fuertes, o incluso algunos juegan en segunda división en países del extranjero, el simple hecho de estar en ligas que trabajan con más seriedad, y venir de estar en actividad, es obvio que les permite un mejor nivel que los de nuestro campeonato que se encuentra en suspenso y por tanto con jugadores inactivos.
Pero Farías trae a pasear al ya citado Jaume Cuéllar (SPAL de Italia), a Boris Céspedes (Servette de Suiza), Alejandro Chumacero (Pue-bla de México) y Leonardo Zabala (Palmeiras de Brasil), al que había hecho alinear contra Brasil pero luego lo borra. Si en La Paz, dónde se pretende asegurar los puntos en casa para ir al Mundial, tenía que poner a sus mejores elementos, ¿vale la pena ‘guardarse’ los legionarios para el siguiente partido, que en este caso era la visita a Paraguay?
Se puede decir en descargo de Farías que apostó por tener como base del once ante Ecuador a los futbolistas de Bolívar y Wilstermann, dos clubes nacionales que venían de actividad internacional por su participación en Copa Sudamericana y Copa Libertadores, respecti-vamente. Y el primer gol parecía darle la razón. Pero al final, la apuesta no dio resultado, no alcanzó.
El DT también incurrió en una falta grave de respeto a los deportistas de este país al convocar a un futbolista que venía de recibir la peor sanción que puede aplicar un club: la anulación de contrato por indisciplina, como es el caso de Henry Vaca. Fue un pésimo mensaje haberlo tomado en cuenta, pues no condice con la perorata de trabajar para el futuro, de pensar en los jóvenes. Y con lo poco que aportó Henry cuando ingresó, terminó por dejar mal parado al entrenador.
De lo poco bueno, y para rescatar, quedan las actuaciones de Carlos Lampe, Marcelo Martins, Juan Carlos Arce y Oscar Ribera. De no haber sido por el arquero, que evitó al menos tres goles en el primer tiempo, la derrota se pudo haber definido mucho antes que con ese fatídico penal sobre la hora. Martins y Arce confirmaron con goles que su veteranía no es óbice para rendir bien, y Ribera fue un gran aporte por su despliegue entre las dos áreas.
Del resto, quedaron en deuda. En parte porque no repitieron el buen rendimiento que los precedía para justificar su convocatoria, en parte también porque hay que reconocer que Ecuador es un seleccionado fuerte, un equipo que a diferencia del nuestro tiene altos rendimientos individuales y colectivos, con un entrenador como el argentino Gustavo Alfaro que con mucho menos tiempo de trabajo (pues fue contratado sobre la hora del inicio de las Eliminatorias) ha demostrado mejores resultados. Claro, a su favor tiene futbolistas que militan en ligas importantes, porque de organización fuera de la cancha tampoco es que Ecuador en los últimos años sea de los más organizados de Sudamérica.
Alfaro fue contratado a fines de agosto, Ecuador era la única selección sin DT cuando ya estaban por comenzar las Eliminatorias. La salida de Jordi Cruyff los había dejado mal parados. Pero solucionaron sobre la marcha, se pusieron manos a la obra y causaron esta caída dolorosa para el fútbol boliviano. Una muestra de que, pese a las adversidades fuera de la cancha, en el terreno se puede acomodar la carga. Por ahora, no es nuestro caso.