Un documental de Netflix ofrece datos y testimonios de la corrupción en la
asignación de las sedes mundialistas y también en el dinero de los
patrocinadores. Un sistema deshonesto que tiene réplicas a nivel mundial.
REDACCIÓN CENTRAL
En las semanas previas al Mundial de Catar 2022, un par de documentales se han estre-nado con similar contenido: un resumen del ‘FIFAGate’ que fue expuesto en 2015 por el FBI de los Estados Unidos, que encarceló a varios jerarcas de la Federación Internacional del Fútbol Asociado por los delitos, principalmente, de soborno y legitimación de ganan-cias ilícitas en bancos del país del norte. La asignación de las sedes del Mundial de 2018 en Rusia y del Mundial 2022 son los casos más sonados de una cadena de acciones que han violentado normas legales y éticas en muchos países.
El material presentado por Discovery y Netflix coincide con recientes investigaciones de otras cadenas de Streaming. El de Netflix aporta mayor cantidad de testimonios de los acusadores e incluso espacios para la réplica por parte de los acusados, lo que sin duda enriquece la propuesta para el público, en cuatro capítulos de 55 minutos cada uno, bajo el llamativo titular en español de ‘Los entretelones de la FIFA’.
Una de las cosas que llama la atención en el esquema de corrupción de la FIFA es que tras conocerse los primeros amaños a gran escala, al presidente en ejercicio de la institu-ción le era señalada la puerta de salida como una suerte de ‘salida honrosa’, para evitar que fuera procesado y sancionado. Pero al final, resultaba ser un cambio de personaje, más de no de rol, porque el sucesor mantenía, o hasta elevaba a un nivel superior los ac-tos deshonestos. Imposible no pensar en el caso boliviano, donde en los últimos años los mandamases del balompié nacional tuvieron un actuar bastante parecido.
Otro tema llamativo es que en tiempos de elecciones los candidatos que impulsaban un cambio atacaban el esquema de gobierno de turno… pero terminaban imitándolo. Las promesas electorales se quedaban en eso, porque se repetían las maniobras ilícitas. Además, en los cambios de mando de la FIFA se dieron muchas traiciones, los ‘delfines’ de los presidentes terminaron siendo peor que tiburones. Otra vez resulta tentador encon-trar similitudes con lo ocurrido en el fútbol boliviano, con una sarta de directivos que, sal-vo honrosas excepciones, simplemente repitieron la corruptela de obtener votos para ser elegidos a cambio de cargos, viajes, viáticos o sobornos disimulados en aportes publicita-rios o dinero ‘para el fútbol’ pero que iba a cuentas personales y no institucionales.
Un tercer elemento en el documental de Netflix es el cinismo con el que se manejan los corruptos. Entrevistados para tener su versión, Joseph Blatter, Jerome Valcke, Michel Pla-tiní, entre otros, admiten que se pudieron haber realizado ‘cosas incorrectas’ pero nin-guno asume la responsabilidad, es más, se acusan entre ellos en el afán de intentar que-dar limpios. Pecaron por acción y omisión, pero insisten en negarlo, pese a las pruebas como cheques y contratos. Otra vez, basta recordar algunas entrevistas en la prensa nues-tra para evocar como directivos del fútbol boliviano ni se inmutan al negar hechos com-probados de corrupción, en informes económicos que se quedan en los congresos, que lavan de culpa y pena a los infractores.
Otra característica del cohecho puesto al descubierto en el caso de la FIFA y que el docu-mental de Netflix trae a colación en estos días es que así como el fútbol moderno ha su-perado el nivel de ser una simple distracción de multitudes para convertirse en un negocio que mueve miles de millones de dólares y euros, la ambición de muchos directivos ya no se limita a mejorar sus ingresos, pues aún disfrutando, y mucho, de los lujos gratuitos en las altas esferas del fútbol (viajes en primera clases, hoteles cinco estrellas con limusina a la puerta, acceso a zona VIP en los estadios) el afán es de figuración, van tras el poder y la fama que dan aparecer en los medios, de codearse con dignatarios de Estado. Por tan-to, eso de que “tiene plata y por eso no entra a robar” no fue ni es garantía.
El final queda abierto, sobre si acabó o no la corrupción en la FIFA. Lo que es innegable es que fueron aplicadas sanciones, pero las mismas tuvieron que venir de un agente externo, un EEUU dolido porque le birlaron la sede del Mundial 2022 que fue cedida a Catar, y que le ha sido asignada con retraso, de manera compensatoria, al país del norte para 2026, eso sí, compartida con México y Canadá. El fútbol no se pudo autorregular, el remedio vino de fuera.
La conclusión es que el accionar de Blatter, Valcke, Jack Warner y Chuck Blazer (+) de la CONCACAF, los fallecidos Julio Grondona y Nicolás Leoz de la Conmebol, entre otros, tiene varias semejanzas, lamentablemente, con la realidad cercana a nosotros. En la FIFA como en Bolivia hubo unos presos, otros escondidos, unos cuantos juzgados y sentenciados tras confesar sus fechorías y declarar, contra los que fueron su ‘familia del fútbol’, a fin de lograr una condena menor. Tras ver ‘Los entretelones de la FIFA’ bien cabe eso de que “cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia”.