Por Roberto Aguirre Durán
El eclipse anular de sol, fenómeno astral que marcó octubre, tuvo su analogía con el fútbol nacional que en el décimo mes del año quedó más oscurecido de lo que ya estaba, con efectos adversos tanto para la competencia interna como para su imagen internacional.
Uno de estos hechos tuvo que ver con el despido del entrenador del seleccionado nacional, el argentino Gustavo Costas, luego de la cuarta fecha de las Eliminatorias al Mundial 2026 en el que Bolivia sufrió el peor inicio en su historial: cero puntos, con 11 goles en contra y apenas dos a favor.
Si bien suele ser previsible perder de visitante, dolieron mucho las derrotas en casa (ante Argentina y Ecuador) aunque las mismas no puedan ser consideradas sorpresas, dando el alto nivel de los dos rivales incluida la actual campeona mundial, y tomando en cuenta el pobre nivel de los jugadores que surgen de una competencia venida tan a menos como es la División Profesional boliviana.
¿Echar al entrenador es acaso la solución para enderezar el rumbo del seleccionado nacional? La respuesta al unísono entre aficionados y periodistas fue un rotundo NO, y coincidieron en apuntar este despido a un intento de los dirigentes por desviar la atención de los errores organizativos que son los verdaderos causantes de los malos pasos de ‘La Verde’.
A Costas se le puede atribuir erradas decisiones en un par de nombres ya sea en las convocatorias y la definición de los 11 titulares, pero eso es insuficiente para atribuirle la culpa total del desastroso inicio de la Selección. Empero, es quien ha tenido que pagar los platos rotos para dar paso a la ilusión de un nuevo comienzo.
“Aunque venga Pep Guardiola o Jürgen Klopp, la cosa no va a cambiar” es la frase que se repite en la tribuna, para demandar de la dirigencia soluciones de fondo y que se vienen reclamando desde hace por lo menos cuatro tres décadas: mejorar la formación y competencia en divisiones menores, elevar el nivel de juego y arbitraje en la División Profesional, también proyectar más jugadores en ligas extranjeras para que vuelvan a la Selección con mayor rodaje.
Para colmo, la Federación Boliviana de Fútbol se tomó muchos días para despedir al DT Costas y contratar a su reemplazante, a sabiendas de que solamente le quedaba un mes para afrontar la quinta fecha de las Eliminatorias. La mitad de ese tiempo fue desperdiciado en la revisión de contrato, reuniones para analizar currículums… Como ejemplo, basta recordar que, aunque también de manera apresurada, Paraguay rescindió contrato con su entrenador Guillermo Barros Schelotto, ya en la misma semana había anunciado como sucesor a Daniel Garnero, a fin de permitirle suficiente tiempo para alistar su debut.
Este eclipse del fútbol estuvo marcado también por el retorno de una competencia local que la misma dirigencia se había encargado de manchar, con denuncias de amaño de partidos lanzadas por el presidente de la Federación Boliviana de Fútbol, Fernando Costa, quien planteó suspender los torneos todos contra todos y por series, decisión que fue avalada por dirigentes de 14 de los 17 clubes de la División Profesional. La competencia se reanudó sin sanciones para los supuestos implicados porque la FBF tuvo que admitir que nunca tuvo pruebas, sino apenas indicios.
Y los torneos volvieron a jugarse, con la repetición de groseros yerros por parte de algunos árbitros y futbolistas, por lo que se prolonga la razonable duda de si se trata de simples errores o de acciones vinculadas a las apuestas ilegales y amaño de partidos. No hay resultados de la supuesta investigación en curso. Lo que trascendió es que algunos de los convocados a declarar interpusieron chicanas legales para diferir los testimonios, por lo que el tema ha quedado en el limbo.
A la ecuación del fracaso hay que sumar planteles que juegan pese a estar impagos dos y hasta tres meses, procesos que se interrumpieron para echar a entrenadores a mitad del río y buscar bajo presión zafar de los descensos o meterse en zona de torneos Conmebol, en un campeonato que tiene gradas vacías. Al aficionado se les reclama su asistencia a los estadios, pero no se le ofrece un espectáculo que justifique los gastos de asistir. Encima, se han sobrepuesto de tal manera los torneos en el calendario que tenemos fútbol a diario. No hay bolsillo ni paciencia que aguanten.
Tanto desacierto ha levantado críticas en redes sociales y medios de prensa, como era de esperarse. Lo que causó estupor, si bien ya casi nada sorprende, fue la reacción de la familia Costa, denunciada por verter amenazas contra un periodista que, como muchos otros, simplemente había censurado la desorganización. El presidente de la FBF contraatacó con la amenaza de una denuncia por difamación y calumnias, pese a que hay testigos de las intimidaciones contra el comunicador.
Como corolario de tan triste panorama, cuando parece que ya nada nuevo hay bajo este eclipsado sol futbolero, aparece Jaime Cornejo, presidente del club Aurora, metido donde no tenía que estar para causar un incidente que terminó en agresión mutua con el arquero Alejandro Torres de Real Santa Cruz. La impunidad es lo peor que podría sobrevenir, por tanto, el Tribunal de Disciplina federativo depende evitar que todo se vaya al bombo.
Se trata además de un caso de reincidencia en la familia Cornejo, pues la hija de Jaime ya fue sancionada por haber agredido de manera verbal con términos racistas el año pasado a un futbolistas de Guabirá cuando Aurora fue visitante en el estadio de Montero. Las imágenes fueron revelando que, en el caso más reciente, otro hijo de Cornejo lo acompañó en el zafarrancho en el estadio Capriles.
Así está nuestro fútbol, eclipsado como el sol del 14 de octubre de 2023. O como ocurrió con el fenómeno lunar del 28 de octubre. Porque en el cielo como en la tierra, parece no haber primera sin segunda… ni tercera o cuarta. Así de manchada está la pelota en el fútbol nacional.