Apresuramiento para echar
entrenadores, una tendencia.
Los directores técnicos de Independiente Petrolero, Mamoré y Blooming ape-nas duraron tres fechas Los dirigentes caen en el inmediatismo.
Por Roberto Aguirre Durán
Apenas se puso en marcha la temporada futbolera 2023 y tres clu-bes ya optaron por despedir a sus respectivos entrenadores. Un he-cho llamativo, aunque ya no es novedad en nuestro país. Simple, y lamentablemente, confirma una tendencia en decisiones apresura-das que adoptan directivas de algunas instituciones deportivas.
Es el caso de Libertad Gran Mamoré, que decidió cesar en el cargo al entrenador Christian Reynaldo tras apenas tres encuentros, uno ganado de local, y dos previsibles derrotas fuera de casa. El debut con triunfo en Trinidad por 3-2 sobre el también debutante Vaca Díez de Pando dio una corta alegría a los simpatizantes y directivos del elenco beniano. Porque la dirigencia no pudo sostener al DT, tras los dos siguientes encuentros, perdidos ante Always Ready y Royal Pari. Como si para un recién ascendido fuera fácil volverse con puntos de los reductos de equipos que vienen peleando el título y clasificando a torneos internacionales en el último lustro.
¿Acaso tiene Mamoré equipo competitivo como para sacar puntos en El Alto? ¿O para evitar la goleada que otros con plantel más amplio y experimentado también han encajado? Al entrenador se le ‘cortó la cabeza’ como si fuera suya, única y exclusivamente, la culpa de esos dos resultados adversos. ¿Dónde queda entonces el crédito del entrenador que hace apenas un par de meses era idola-trado por conducir la campaña del ascenso? ¿Es que en 60 días ya se olvidó de dirigir?
Lo ocurrido con el equipo beniano es la triste constatación de que si al equipo se le reclama no haber salido aún del ‘modo asociación’… pues sus dirigentes tampoco entonces han asumido a plenitud el nivel que demanda estar en primera división. Si Reynaldo no era el entrenador adecuado para estar en la División Profesional, pues debieron decidirlo antes, en vez de mantenerlo y que, por ejemplo, tomara decisiones claves para la temporada, como participar en la elección de las contrataciones para reforzar al plantel.
Tras la resaca por el ascenso a la División Profesional, el directorio de Libertad Gran Mamoré tuvo suficiente tiempo para evaluar a su comando técnico, los pro y contra… Al ratificarlo, se entiende que fue considerado como idóneo para seguir al mando. Cambiarlo tras apenas tres semanas de trabajo no es precisamente una decisión que merezca ser aplaudida.
Similar figura se dio con Juan Pablo Grass, ex DT en Independiente Petrolero, despedido luego de tres partidos, saldados con derrota de visitante ante Royal Pari, luego caídas en casa ante The Stron-gest y Always Ready. Perder ante el propio público siempre es dolo-roso, pero hay que tomar en cuenta igual que en el anterior caso el potencial del plantel, las condiciones concedidas para la pretempo-rada, antes de ir por la vía del despido del entrenador como ’chivo expiatorio’.
Blooming informó, en el primer día de carnaval, que había cesado al entrenador Thiago Leitao. Es cierto que hubo resultados adversos en las tres fechas, pero no es justo atribuir toda la culpa al DT. En Blooming, el tema pasa más por la imposibilidad dirigencial de ha-ber conformado el equipo que los celestes hubieran querido, dada las limitaciones económicas debido a una deuda heredada y que deja a la actual directiva con las manos atadas para hacer contra-taciones.
Vale otra vez preguntarse, ¿acaso los dirigentes están actuando como hinchas? Las personas que asumen la conducción de un club deben tener la suficiente capacidad y aplomo para adoptar decisio-nes, independientemente de la aprobación o desaprobación de los hinchas, que se pueda manifestar en el estadio o en las redes socia-les.
Es cierto que Álvaro Peña o Andrés Marinangeli se merecen la oportunidad de poder dirigir equipos, nada hay contra ellos; la crí-tica apunta contra el apresuramiento en las decisiones, porque con este proceder los mismos Peña y Marinangeli quedan expuestos a también ser despedidos después de dos o tres malos resultados, sin aguardar el debido tiempo a que se cosechen los resultados a por lo menos mediano plazo.
Y el tema no es nuevo, porque basta recordar que el año pasado, por estas mismas fechas, clubes como Royal Pari, Guabirá y Real Santa Cruz también estaban despidiendo a sus respectivos entrena-dores. Ese inmediatismo hace que se tiren por la borda no sola-mente procesos deportivos, sino recursos económicos, porque para despedir hay que pagar indemnizaciones establecidas en contrato, y disponer de dinero para los que vienen… Al ‘googlear’ las tempo-radas recientes, se puede constatar, tristemente, que similares ca-sos se dieron en las temporadas 2021, en la 2021. Por eso decimos que es una lamentable tendencia a las malas decisiones.
Esa prisa por echar rápido a un DT va en contraflecha con los ciclos que cumplen entrenadores que luego de una o dos temporadas co-sechan resultados. Pretender lo contrario es pedir mucho, con poco esfuerzo. Una campaña se debe medir por el trabajo del entrena-dor, pero también por la capacidad de la directiva para gestionar fondos y armar un equipo competitivo. Apelar a la fácil carta del despido es, muchas veces, simplemente una manera de pretender ocultar la propia incapacidad.
En el fútbol hay muchas reglas no escritas. Tal vez valga la pena apuntar una nueva: si un entrenador es despedido por supuesta in-capacidad tras dos o tres fechas… que se vaya acompañado por el o los dirigentes que apenas un mes antes lo contrataron porque le vieron supuestas cualidades para asumir el cargo. Seguramente tendrán más cuidado, para no caer en el apresuramiento… ya sea para contratar o para despedir.