Agresiones verbales, robos, amenazas, discriminación… caldo de cultivo en el fútbol
Sin árbitros no hay partidos. Es la frase más clara para que a los jueces no se les dé el valor y la importancia que tienen. Es muy lamentable que ese trabajo que exige una responsabilidad importante lo midamos por la cantidad y calidad de los insultos.
Duelen los que desprecian su labor: inútil, vendido, hijo de… un amplio abanico que pueden llegar a la treintena sin mucho esfuerzo…
Se equivocan seguro que muchas veces, pero ellos cuántos goles fallan, o no se paran, y no se los insulta.
A todos nos gusta ganar, y a ellos, hacerlo bien; pitan lo que ven y estamos segura de que, con un poco más de colaboración de todos, podrían hacerlo mucho, muchísimo mejor.
Así que, antes de entrar en un estadio, una buena dosis de empatía y grabado en la mente que el partido ni lo pierde ni lo gana el árbitro y, sobre todo, que sin árbitros no hay partidos.
Opinan todos pero ellos callan. Son los protagonistas sin quererlo de toda la polémica pero se mantienen mudos. Los partidarios de un equipo apuntan sin rubor alguno la deshonestidad de los árbitros. Avalar la tesis de que un colegiado pita parcialmente es demasiado grave. Y la discusión, en cambio, se centra en comprobar si los errores son tales y si existe o no dicha conspiración. Y a todo esto, nadie piensa en los profesionales que intentan ejercer su trabajo de la mejor forma posible, que tienen la presión de decidir en décimas de segundo y que se exponen a una gran influencia mediática y social que en algunos casos les ha llevado a verse en el centro de la tormenta.
Los árbitros no merecen que se les cuestione permanentemente. Merecen respeto a su trabajo. Detrás de la figura de negro (hoy de muchos colores) hay personas preparadas que llevan muchos años impartiendo justicia en los campos de fútbol, que se preocupan por mejorar y que, como todos, buscan el éxito profesional.
Mientras no haya opción de recurrir a un vídeo, tres hombres deben controlar cualquier lance del juego entre 22 tipos dispuestos en algunos casos a engañarles. Y en cambio siempre son ellos las víctimas.
Si un delantero falla cinco ocasiones pero marca un gol hace un buen partido. Si un árbitro se equivoca en cinco jugadas decisi-vas pero pita bien un penalti es el peor árbitro del mundo.Mientras ellos siguen con la ley del silencio y deseando que llegue una jornada sin polémica, muchos les acusan de pitar en función de supuestos intereses de un alto dirigente.
Tenemos buenos árbitros. El problema es que antes de juzgarlos todos deberíamos intentar salir a un campo con un silbato y jugar a ser árbitro. Es más difícil que marcar desde el centro del campo.
Los árbitros deben ser más respetados y menos criticados.
«El respeto es realmente un gran problema. Para mí, el respeto tiene que ver con la educación y no hay demasiado respeto para los árbitros en estos momentos», dijo el ex arbitro alemán, Volker Roth.