Esta Copa América no tuvo el ambiente de anteriores versiones. Y tampoco puede considerarse un ensayo para la venidera Copa del Mundo.
Por Roberto Aguirre Durán-
Ningún punto de información al llegar al aeropuerto de una sede. Tampoco pasacalles recordando la disputa de los partidos del torneo de selecciones más antiguo del mundo. Ni siquiera algún banderín en las unidades de transporte público y escasa aparición de noticias en los medios de prensa. Discreta, casi inadvertida… así fue el transcurrir de la Copa América 2024 en Estados Unidos.
La televisión mostró estadios llenos… pero convengamos que se trataba bien de turistas que asistieron para seguir a su seleccionado o de emigrantes que aprovecharon para darse un baño de patriotismo y contactarse con amigos y familiares mientras apoyan al representante de su país. Pero luego de los partidos, los estadios volvieron a quedar en silencio, cual centro de convenciones que espera la siguiente actividad por la cual es rentado.
Y esa fue justamente una de las principales diferencias respecto a versiones anteriores. Porque los estadios son el punto de referencia principal, habilitados todos los días del torneo para albergar además de los partidos a un Centro de Acreditación, también es el punto de encuentro de periodistas en el Centro de Prensa. Esta vez, los credenciales se entregaban en oficinas de hoteles distantes a una hora o más de los estadios, en tanto que la sala para los periodistas apenas estaba abierta un par de días, antes y después de cada cotejo.
Durante un torneo de fútbol de la envergadura de una Copa América o un Mundial, los patrocinadores aprovechan los estadios para organizar actividades que promocionan sus marcas y de paso permiten entretenimiento a los hinchas. Concurso de habilidades con el balón, de remates al arco con premios, son habituales. También se instalan tiendas para vender productos u ofrecer servicios de las marcas oficiales, incluso degustaciones de ser el caso. Nada de esto se pudo apreciar en las sedes de la última Copa América, organizada fuera de Sudamérica.
Se echó en falta también la ‘Zona para hinchas’, que entraron en vigencia desde la Copa del Mundo del 2006 en Alemania y que en cada gran torneo de fútbol permite a los hinchas sin entrada gozar de un espacio donde se instala una pantalla gigante para seguir los partidos, disponiendo alrededor de lugares con alimentos y bebidas. Salvo en Miami, por una iniciativa de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) que tiene sus oficinas en esa ciudad costera, los ‘Fan Zone’ se hicieron extrañar. Quien sabe, tal vez pudo haberse evitado, o al menos reducido en gran medida, los desmanes que tuvieron como protagonistas a hinchas colombianos en el estadio Hard Rock para la final.
No es culpa de los gringos. El torneo, si bien se realizó en suelo estadounidense, fue organizado por la Conmebol. Se sintió como aquel que pretende organizar una gran fiesta pero por algún motivo no puede disponer de su propia casa para los invitados y pide al vecino rico que le preste su mansión. En patio ajeno, tal fue la sensación que dejó esta Copa América, arrinconada en un medio en el que de por sí el llamado ‘soccer’ apenas tiene relevancia, superado ampliamente en las preferencias de los locales por el béisbol, fútbol americano, baloncesto e incluso el hockey.
La prensa local poco y nada se ocupó del torneo, que tuvo espacio limitado a los informativos destinados para el público latino. Para verlo por televisión, la opción era buscar un restaurante para ‘hispanos’ en los que se podía ver la transmisión de los encuentros mientras se degustaba algo del menú. La novedad fue que un par de aerolíneas permitían ver algunos partidos como una opción entre su entretenimiento a bordo, en vuelos internos prolongados. Algo es algo.
Antes del torneo se decía que esta Copa América podía ser un “ensayo” organizativo para la siguiente Copa del Mundo, pero nada más alejado de la verdad. Porque el siguiente Mundial lo debe organizar Estados Unidos y ni la MLS ni la U.S. Soccer tuvieron vela en este entierro. Fue un torneo organizado por la Conmebol, fuera del continente. Sin la sazón de versiones anteriores.
Tener que viajar miles de kilómetros entre una sede y otro para seguir los partidos fue otro punto en contra. En el cas de Bolivia, viajar desde la sede de primer partido en Texas hasta Nueva Jersey para la segunda fecha demandaba un vuelo de casi 4 horas o 30 horas en autobús. Y de Nueva Jersey hasta Orlando para el tercer partido, otro tanto.
La próxima Copa América ya tiene candidaturas para sedes, con Argentina a la que se asigna las mayores posibilidades, y Ecuador que también ofrece sus estadios y ciudades. Ojalá sea la oportunidad de recuperar el ambiente futbolero, la mayor participación de los hinchas en actividades paralelas al certamen. Atrás queda una Copa América tal vez bien organizada, pero un tanto ‘descafeinada’.